Envejecimiento Activo
Mucho más que moverse
Hoy voy a hacer una aproximación al tema del Envejecimiento Activo, tema muy relevante para el envejecimiento poblacional y el cambio demográfico que esto acarrea.
Empecemos describiendo qué es el Envejecimiento Activo. Hay una definición oficial ofrecida por la OMS:
“Es el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen. El envejecimiento activo se aplica tanto a los individuos como a los grupos de población. Permite a las personas realizar su potencial de bienestar físico, social y mental a lo largo de todo su ciclo vital y participar en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades, mientras que les proporciona protección, seguridad y cuidados adecuados cuando necesitan asistencia.”(1)
Una versión más resumida es la del IMSERSO, que en su compendio de buenas prácticas, propone que el concepto de Envejecimiento Activo se contemple como:
“un ciclo vital activo e implicado que permita la gestión y la responsabilización de la propia vida y el establecimiento de proyectos personales.”(2)
Como ya comenté en otra oportunidad, según Hobbes, la vida puede ser “asquerosa, brutal y corta”, pero puede haber algo peor: una vida asquerosa, brutal y LARGA.(3) Es bajo este prisma donde cobra relevancia el preparase conscientemente para afrontar nuestra última etapa de la vida procurando que sea lo más plena y satisfactoria posible. Implica un alto nivel de proactividad, prevención, anticipación, planificación y conciencia a nivel individual, aunque también necesita, de forma indispensable, del apoyo por parte de las instituciones y organizaciones. No es una meta que pueda conseguirse exclusivamente de manera solitaria. El Envejecimiento Activo tiene que ser, por definición, INCLUSIVO. Vemos entonces dos grandes dimensiones desde las que abordar nuestro tema: individual y colectivamente.
- En este primer artículo me voy a centrar en la parte individual:
Hay innumerables formas de envejecer, tantas como personas, pero hay algo que es único: la forma en la que envejecemos no es fruto del azar. Las personas somos el principal agente activo en nuestro propio proceso de envejecimiento. Es decir que nuestra vejez depende lo que hagamos y de cómo nos comportemos.Si a lo largo de toda nuestra vida logramos optimizar y maximizar nuestros recursos desde edades tempranas, es muy probable que nuestra vejez no traspase el umbral de la discapacidad (nivel alto de dependencia).(2a). Para decirlo de una manera más fácil y reveladora: envejecemos según hemos vivido.
El siguiente gráfico demuestra cómo, desde muy jóvenes, vamos construyendo con nuestras interacciones y decisiones el tipo de vejez al que llegamos:
Puede pecar de simplista e incompleto, pero, si pensamos, se nos vendrán ejemplos de personas que parece que “los años se les vienen encima”, eso es porque en el pasado han tenido interacciones poco saludables que provocan que en edades más avanzadas se acelere la curva descendente como se aprecia en la separación entre la línea amarilla y la roja.
Para complementar y ampliar el enfoque anterior, hay un modelo, llamado “SOC” (Selección, Optimización, Compensación), desarrollado por Baltes y Baltes(2b) que creo que merece la pena explicar porque aquí están las bases que determinan nuestro propio Envejecimiento Activo y el Bienestar. Intentaré resumirlo:
- Selección: Este es un mecanismo universal exigido por la gran cantidad de estímulos que recibimos y la escasez de recursos que tenemos. A medida que los recursos van escaseando, la selección cobra especial sentido como método adaptativo.
- Optimización: Es el tiempo y la energía que invertimos en programas de aprendizaje a lo largo de toda la vida y que mejoran según más se va aprendiendo.
- Compensación: Es el mecanismo para contrarrestar pérdidas y deterioros y, a pesar de ellos, mantener un buen funcionamiento. Podría definirse también como equilibrio.
Optimización y Compensación, especialmente, requieren de un esfuerzo individual como parte de la estrategia básica para un envejecimiento activo exitoso.
Básicamente esto sería que tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de elegir en que gastamos o invertimos nuestro tiempo y energía y, a su vez, saber encontrar un sano equilibrio o balance en todo lo que hacemos. Por supuesto que decir esto es muy fácil, lo verdaderamente difícil es poder llevarlo a cabo de manera sostenible… ¡casi nada!
Si bien me estoy centrando en el aspecto puramente personal del Envejecimiento Activo, es cierto que los seres humanos no somos absolutamente independientes. Hay condiciones contextuales que pueden facilitar o dificultar las elecciones que vamos tomando.(2c) Estas condiciones se resumen en tres niveles:
- Micro: Es todo lo que ha aprendido la persona, condicionado más o menos por ciertas características (biológicas genéticas y de sexo), pero más basado en sus interacciones que se representan en sus hábitos más saludables o más insanos. En este aspecto hay que destacar dos factores personales críticos: la capacidad de reserva y control.
- Meso: Hacen referencia a las normas de socialización tanto sociales puras como escolares, la atención sanitaria recibida, la posición social familiar, el apoyo social, el sometimiento a situaciones de stress, entorno físico familiar y comunitario, etc.
- Macro: Entraría el sistema educativo, sanitario y social del país; valores religiosos y culturales, etc.
En este gráfico podemos verlo resumido y apreciamos que lo primero y lo que prima es el aspecto micro o personal, con lo meso se interactúa y lo macro queda ya muy lejano:
El resultado de todas las llamadas “transacciones” (o interacciones, decisiones) entre la persona, su conducta y el entorno deviene en un “Estado de vejez” determinado que se puede valorar en cuatro ámbitos y que pueden tener signo positivo o negativo:
- Buena salud y forma física
- Óptimo funcionamiento cognitivo
- Óptimo funcionamiento emocional-motivacional
- Alto nivel de funcionamiento y participación social
Lo más “alarmante”, por decirlo de alguna manera es que, a pesar de esto que he desarrollado, son pocas las personas mayores que se consideran agentes protagonistas de su propio envejecimiento y dueños a la hora de ejercer el control sobre sí mismos. Cuando se les pregunta sobre quien debería ocuparse de las personas mayores, suelen responder, es este orden: “El estado” o “La familia.” Es decir, a nivel macro, lejano.
Es entonces muy necesario trabajar en la concientización de la importancia de nuestros actos para el futuro.
La manera más fácil de trabajar en nuestro futuro es la PREVENCION. Hay evidencias científicas sobre importancia de la prevención, sobre todo, a través de la actividad física mantenida. El ejercicio tiene impacto positivo no solo en la calidad de vida, sino también en la cantidad. No hace falta ser un atleta de élite, se puede comenzar con paseos regulares; otras sugerencias son natación, golf, gimnasia, marcha… las opciones son muchas.
En sentido contrario, la falta de actividad física tiene un impacto negativo incrementando el riesgo cardiovascular, la obesidad, la diabetes, depresión, osteoporosis, demencia o recuperación tras una intervención.
El segundo pilar de la prevención es la alimentación o nutrición. La clave es guardar un adecuado equilibrio (una vez más) que garantice todos los nutrientes. Como cada persona tiene unas necesidades diferentes, hablar de todas ellas necesitaría un artículo específico, pero sobre lo que hay un consenso generalizado es en mantener a raya la obesidad o sobrepeso en las edades adultas. La combinación de sedentarismo más sobrepeso, dispara aún más las alarmas de los riesgos ya mencionados.
Otro pilar sobre el que trabajar es la prevención de hábitos tóxicos como el tabaquismo y el alcohol.
Las vacunas son una parte muy importante de la prevención también.
Podemos hablar adicionalmente de prevención de la dependencia, las enfermedades mentales y otras enfermedades y síndromes geriátricos. Destacan aquí el rol de los fármacos, (de los que, por afinidad profesional, algún día hablaré de forma específica).
Ya para ir terminando, un último factor diferencial en la labor de prevención es la adherencia o aplicación de manera habitual y sistemática de los hábitos saludables. No vale con intentos intermitentes, frustrados o poco constantes, hay que mantener un comportamiento sostenido. Y aquí es tal vez donde reside la clave de todo: La disciplina. Mi frase de cabecera es: “La disciplina es el puente entre las metas y los logros.”
Resumiendo: la forma en la que envejecemos depende básicamente de nuestro comportamiento desde edades tempranas, por encima de nuestra herencia y entorno. La prevención y la constancia son básicas para disfrutar de una mejor calidad de vida y en mayor cantidad.
Como conclusión: Nuestro Yo joven es quien más debe ocuparse de nuestro Yo mayor.
Fuentes consultadas:
2. “ENVEJECIMIENTO ACTIVO – LIBRO BLANCO” – Ministerio de Sanidad, Política Social e IgualdadSecretaría General de Política Social y Consumo, Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO)
2a. Kalache y Kickbush – pag 132
2b Baltes y Baltes – pag 132
2c Fernandez – Ballesteros 2002 y 2009 – pag 134
3. “La vida de 100 años” – Lynda Gratton & Andrew Scott – (Versus)
Blog interesante que he encontrado: